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El Gran Dictador (The Great Dictator); Análisis Cinematográfico.




1. Ficha técnica y artística de la película.



El Gran Dictador




• Título original: The great dictator.

• Año: 1940.

• Duración: 125 min.

• País: Estados Unidos.

• Guión: Charles Chaplin.

• Fotografía: Karl Struss, Roland Totheroh.

• Música: Charles Chaplin, Meredith Wilson.

• Reparto: Charles Chaplin (barbero judío y dictador de Tomania), Paulette Goddard (Hannah), Jack Oakie (Benzino Napaloni y dictador de bacteria), Reginald Gardiner ( Schultz), Billy Gilbert (Herring), Maurice Moscovich (señor Jaeckel), Emma Dunn (señora Jaeckel) y Bernard Gorcey (señor Mann)

• Productora: Charles Chaplin Film Corporation, United Artists y Charles Chaplin Studios.

• Género: Comedia dramática, sátira.

2. Sinopsis.


Un humilde barbero judío que combatió con el ejército de Tomania en la Primera Guerra Mundial vuelve a su casa años después del fin del conflicto. Amnésico a causa de un accidente de avión, no recuerda prácticamente nada de su vida pasada, y no conoce la situación política actual del país: Adenoid Hynkel, un dictador fascista y racista, ha llegado al poder y ha iniciado la persecución del pueblo judío, a quien considera responsable de la situación de crisis que vive el país. Paralelamente, Hynkel y sus colaboradores han empezado a preparar una ofensiva militar destinada a la conquista de todo el mundo

3. Análisis argumental.


• Estructura: cronológica o lineal (Plan narrativo Aristotélico)

• Puntos de giro: barbero escapa del hospital, policías pintan "judio" en el escaparate de la barbería, Hynkel aumenta la violencia con los judíos por no recibir el préstamo, guerra de comida entre Hynkel y el dictador de Bacteria, confunden al barbero con Hynkel y por último, el discurso del barbero como si fuera el dictador.

• Temas que trata: política, amistad, guerra mundial.

• Trama principal: La historia de un barbero judío que, tras una desafortunada sucesión de eventos en la Primera Guerra Mundial, se ve involucrado en las altas esferas fascistas del país.

• Trama profunda: Alegoría Antifascista, defiende la libertad absoluta y el derecho a la Democracia.

• Mensaje o valores que trata de transmitir: La película denuncia el fascismo indiscriminado. A líneas generales, defiende la paz internacional y la importancia de la aceptación social.


4. Análisis técnico.


• Tipo de montaje: Cómico, dramático o secuencial de acción según el evento a retratar.

• Ritmo: Rápido y marcado por el paralelaje sucesorio entre los dos protagonistas.

• Tipo de fotografía: Cine en Blanco y Negro.

• Empleo de sonido: Banda Sonora, efectos de sonido, y doblaje en toda versión ajena a la original.

• Uso informático: Superposición del título, créditos, doblaje, y demás adiciones sonoras.

• Dirección artística (ambientación, vestuario, escenarios):

5. Análisis connotativo.



«Pensamos mucho y sentimos muy poco”.


“El más grande payaso y la personalidad más querida de su tiempo, retó al hombre que había instigado más maldad y miseria humana que cualquier otro en la Historia de la humanidad” (Paul Robinson. Charlie Chaplin Research Foundation)


Esta tan breve como definitoria declaración revela la influencia que llegó a ejercer la obra de un actor y director, cuyos gags, no sólo provocaban la hilaridad colectiva, sino que además de eso, contenían una demoledora moraleja: la burla es la mejor arma contra cualquier forma de tiranía. No en vano, en El gran dictador subyace su deseo por reducir a Hitler al más absoluto de los ridículos. Chaplin quiere llamar la atención sobre el lenguaje político de Hitler, que no es sino palabrería vacía y grosera. La muchedumbre se rinde al ritmo y la sonoridad de las palabras, no a su significado; la autoridad y la sumisión a esta autoridad dependen también de la forma y el estilo, no de los contenidos.
Así pues, Chaplin tiene la capacidad de retratar dos de los rasgos identificativos del fascismo en general y del nazismo en particular: represión y manipulación. A pesar, sin embargo, de su buena voluntad, sobre Chaplin planeaba una larga sombra. Desde las más elevadas instancias del poder, se empezó a ejercer contra su proyecto una frontal oposición cuando apenas sí empezaba a germinar.


La diplomacia alemana personificada, conjuntamente, en el cónsul en Hollywood, George Gyssling y en el embajador en Washington, Dieckhoff presentó su protesta oficial ante el Gobierno de los Estados Unidos en contra de la exhibición de la película. Su indignación fue en aumento hasta el punto de amenazar con prohibir la proyección de películas estadounidenses en su país, si El gran dictador llegaba hasta las salas de cine. Los magnates de Hollywood no podÌan permitirse perder a un cliente tan suculento como el alemán. Se daba la paradoja de que muchos alemanes se habían convertido en asiduos consumidores de pelÌculas dirigidas y producidas por compatriotas exiliados a los Estados Unidos, desde la década de los años 30 del siglo pasado. Sin embargo, las presiones en contra del rodaje del filme no disuadieron a Chaplin, que llegó a afirmar: “La voy a proyectar ante el público, aunque tenga que comprarme o mandarme construir un teatro para ello, y aunque el único espectador de la sala sea yo”.
El rodaje empezó pocos días después de declararse la II Guerra Mundial, el 9 de septiembre de 1939. Justo seis meses más tarde, se daba por finalizado. El gran dictador, la primera obra de Chaplin íntegramente hablada, se estrenaba en los teatros Astor y Capitol de Nueva York el 15 de octubre de 1940, coincidiendo con la entrada en París de las tropas nazis. El coste del proyecto se elevó a más de 2.000.000 de dólares.
Las reacciones adversas no se hicieron esperar. William Randolph Hearst (1863-1951), propietario del diario New York American, de una cadena de más de cuarenta diarios y revistas con una tirada superior a los dos millones de ejemplares, así como del International News Service, emprendía una dura campaña propagandÌstica en contra del filme y de su realizador. El control que este magnate ejercÌa sobre los medios de comunicación de la época no frustró, sin embargo, el Èxito que El gran dictador pronto empezó a cosechar. Por su parte, Goebbels adujo el plagio para prohibir la exhibición de cualquier filme de Chaplin: la analogÌa entre su anterior filme, Tiempos modernos (Modern Times) y el producido en París por la filial alemana Tobis, ¡Viva la libertad! (A nous la liberté, 1931), del director René Clair fue el pretexto idóneo para censurar la distribución de la cinta. Que alguien descubriera el proceso de alineación del proletario y la total y absoluta pÈrdida de identidad del individuo, concebido como parte indivisible del Estado, era intolerable, pero si además, el artífice era un judío, imperdonable. Los judÌos fueron catalogados por los nazis como sub-humanos, y Chaplin creyó adquirir el compromiso de dar a conocer al mundo los efectos letales que podía conllevar la megalomanía sin freno de un dictador enajenado. El control de los medios de comunicación de masas era fundamental para exaltar las virtudes de un incipiente régimen cuyo mecenas prometía se sostendría durante mil años, por lo que era conveniente sofocar cualquier forma de disidencia, tanto dentro como fuera de las fronteras del nuevo Estado alemán.


Ahora bien, si durante un tiempo Estados Unidos fue afín al régimen nazi, las tornas cambiarían tras el ataque japonés a Pearl Harbour el 7 de diciembre de 1941.


Curiosamente, Chaplin no era el único director de cine que alertaba sobre las nocivas consecuencias de la racionalización del trabajo, uno de cuyos paradigmas es el taylorismo, que convierte al operario en una fase más de la cadena de producción. Hubo otros que hicieron lo propio, como John Ford, a través de la versión cinematográfica de la obra de John Steinbeck, Las uvas de la ira. Racionalización del trabajo y enajenación van de la mano de la pérdida de identidad del ciudadano, cuya única función parece ser producir y obedecer a los dictámenes del Estado, que aparentemente defiende los derechos que éste ha perdido como trabajador. Y Chaplin presenta a Hynkel como un experto manipulador al que las masas obedecen porque necesitan convencerse de que su dedicación al trabajo tiene una clara finalidad, que no es otra que la gloria de Alemania. No hay que olvidar que la Alemania derrotada del periodo de Entreguerras ya contemplaba una posible declaración de guerra, y al efecto de dotarse del armamento necesario, se militarizó exponencialmente en pocos años. Para lo cual, empleó sin escrúpulos a toda la población.
A pesar de la proyección internacional que alcanzó la película, Chaplin nunca se libró de las presiones, y acabó siendo víctima de la caza de brujas y expulsado del país el 18 de septiembre 1952. Chaplin se instaló en Suiza, donde vivió hasta su muerte.


La crónica del desafortunado desenlace del actor pionero en la crítica al fascismo llama a continuarla, pues es esta película tan magistral como el propio mensaje que acarrea consigo.



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